“Los periódicos del pasado son un tesoro abundante de datos de interés general y particular de su época sobre sucesos y actuaciones en todo orden de cosas y personas para la historia y para las investigaciones”.
Padre Grenón
Como fuente principal de las investigaciones históricas, la prensa de principios del siglo XX, nos ofrece una información valiosa en torno a nuestros moros y cristianos, al permitirnos reconstruir no solo los acontecimientos más destacados, sino a desvelarnos huellas, vestigios, testimonios y conocimientos legados por quienes vistieron los hábitos festeros.
Aunque escasa en torno a nuestro anual festejo, registra hechos que acontecieron en aquellos días del mes de agosto. Son testimonio vivo de la crónica que, con el transcurrir del tiempo se han convertido en una excelente fuente, en sentido amplio, para el conocimiento y vertebración de nuestro pasado festivo. Son noticias que reflejan la forma de ver los hechos relatados, juzgados y entendidos por los propios corresponsales quienes nos ayudan a conocer nuestra propia identidad, muchas veces desconocida por el deterioro o pérdida de las actas de nuestra propia Sociedad de Festeros, consecuencia de las diferentes crisis que la afectaron.
Un hecho que ya fue señalado en los primeros días de 1899 cuando Juan Asensi Morales, como vicepresidente, comunicaba a la alcaldía el extravío de las actas de la Sociedad, que nos siguen privando del hilo de la Sociedad de Festeros y con ellas los presidentes y Juntas Directivas de Fiestas. Son al menos las tres últimas décadas del siglo XIX que vuelven a esconder los proyectos repletos de ideas e ilusión, de anhelos y esfuerzos que configuraron sus trayectorias intensas y sorprendentes salpicadas con destacados acontecimientos como el embarque de nuestros soldados a Cuba y posteriormente a Filipinas.
El cambio de la ubicación de la sede social, junto a la última contienda bélica, son dos de las causas de no hallarse, hasta el momento, los libros de actas de las diferentes agrupaciones organizadoras de los cuarenta primeros años del siglo pasado. Y es aquí donde siguen jugando un destacado papel los rotativos que custodian las diferentes hemerotecas.
A ejemplo de ello, es el Diario de Valencia nº 907 en su II año de emisión desde su refundación quien, el martes 16 de septiembre de 1913, en su cuarta página, nos desvela la renovación de la Junta Directiva de Fiestas que organizaría y presidiría el festejo de 1914.
El domingo 14, como de costumbre, dieron por finalizadas las fiestas religiosas con una solemne dobla, “digno remate de la serie que han venido dedicándole varios devotos a la venerada imagen”. Se cantó la misa de Rvdo. P. Guzmán, interpretada por la orquesta de la propia Sociedad de Festeros, mientras la sagrada Cátedra, con un derroche de sabiduría y elocuencia, fue ocupada por el Rvdo. D. José Reig Martínez.
El festejo principiado al filo del mediodía del viernes 29 de agosto, con el jubiloso vuelo general de campanas, unido a los sones de las diversas bandas de música, fue protagonizado por la ciudad y las comparsas cristianas de Marineros, Estudiantes, Contrabandistas, Labradores y la incorporación de la de Vizcaínos, junto a las sarracenas de Moros Marinos, Kábilas, Rifeños y Caballería Mora. Concluía el lunes 1 de septiembre, después de vivir la jornada de verso y luchas.
Siguiendo la normativa vigente en aquellos momentos, su presidente Ramón Martínez Valls, presidió el análisis y el discurrir del festejo concluyente, en la Asamblea General de Socios realizada, como de costumbre, en el local social, cuyos balcones recaían a la plaza Constitucional.
La nueva junta Directiva quedó constituida en la siguiente forma:
Presidente honorario: José Sanz Ferri.
Presidente efectivo: José Gil Calatayud.
Vicepresidente: José Coll Tormo.
Tesorero: Manuel Guillem Morán.
Vocal 1º: Vicente Insa Martí.
Vocal 2º: José Mª Selva Escolano.
Vocal 3º: Eduardo Albuixech Sanchis.
Vocal 4º: Tomás Doménech Brotons.
Vocal 5º: José Penadés Ureña.
Vocal 6º: Salvador Pastor Sanchis.
Vocal 7º: Esteban Micó Terol.
Vocal 8º: Pascual Donat Pastor.
Secretario: Ludgardo Esteve Montés.
Cumplimentado el acto, festeros y devotos, acompañaron a su ermitorio la venerada imagen. A su llegada, colocada de cara al pueblo, fue el beneficiado de la Iglesia Metropolitana de Valencia, Dr. D. Enrique Ibáñez Rizo, quien pronunció, al aire libre, una fervorosa y entusiasta plática, rico broche a las del novenario, que tan magistralmente predicó. El devocional momento concluyó en clamorosos vivas al Smo. Cristo de la Agonía.
Por la noche, la Banda de Festeros ofreció una singular y muy aplaudida serenata en la plaza, en la que fueron interpretadas seleccionadas piezas, disparándose a continuación un hermoso castillo de fuegos artificiales que mereció el aplauso unánime de la población.
Muchas son las anotaciones y curiosidades que encierra este singular y único acto, asistido por los cleros de las dos parroquias y autoridades. Una de ellas era la buena costumbre manifestada en la procesión en la que los fieles portaban apagadas las velas, que luego eran ofrendadas a su llegada a la ermita de Santa Ana. Pudiéndose anotar que en algunos años llegaron a la cantidad de 22 arrobas de cera, (la antigua unidad de peso valenciana equivalía a 12’78 kg.).
Escogidas las mejores ceras ofrecidas, éstas eran refundidas para elaborar las cinco “blandonadas” de a doce cirios cada una, que eran consumidas durante los días de los festejos y novenario, separándose la necesaria para el culto anual en la ermita. A esta cera se añadía la aportada de manera extraordinaria por personas particulares. La sobrante era adquirida por la parroquia de San Carlos Borromeo una vez era analizada, marcada y tasada por un perito. El valor de esta compra era registrado en los fondos de la Administración del Smo. Cristo, cuyo volumen está desaparecido desde la última lid.
Se cerraba una página más en el libro de los gestores del festejo. A pesar de ello, Ramón Martínez Valls, no pudo disfrutar en primera persona y plenitud de los días grandes de nuestra fiesta y sus aconteceres. Pues en la jornada del 9 de agosto fallecía su esposa a consecuencia de una meningoencefalitis, sumiendo a él y a su familia en una profunda tristeza y provocando su retirada, junto a sus hijos, al campo. Los avatares de la vida quebraban las ilusiones de este presidente, mas no con ellos el avance de una fiesta que, de nuevo, volvía a remar en su perenne peregrinar por calles y plazas.
Article de Rafa A. Gandia Vidal